Texto original: Al-Hayat
Autor: Hussam Itani
Fecha: 02/12/2016
Autor: Hussam Itani
Fecha: 02/12/2016
Los medios de comunicación nos piden, a nosotros los espectadores
impotentes, que no nos preocupemos demasiado por las atroces imágenes de Alepo
que nos muestran. Los cadáveres de niños cuyos miembros asoman entre los
escombros, o civiles desplazados asesinados junto a sus tristes maletas en las
esquinas de las calles destruidas, no son el fin del mundo. Al contrario, son
el precio a pagar para librarnos de unos terroristas que tomaron como rehenes a
esas víctimas durante
años, y, por tanto, la muerte espectacular de los habitantes de
Alepo es culpa de los terroristas.
Los aviones rusos, los
barriles de dinamita de Bashar al-Asad y los francotiradores de Hezbollah se
limitan a hacer que llegue más rápido el fin del dominio terrorista de “Daesh y
Al-Qaeda”. Todos se han convencido de que el régimen de Asad ha logrado vencer
al ataque mundial, y tampoco pasa nada si las redes muestran algo de dolor e
imágenes de niños con abrigos rojos que ocultan el color de su sangre sobre el
suelo para que el mundo vea el gran servicio que Moscú, Teherán y Damasco le están
haciendo al deshacerse de esos monstruos del terrorismo.
Me viene a la mente una
frase del difunto pensador francés Jean Baudrillard: “Nos presentan Disneyland
como si se tratase de un lugar imaginario para convencernos de que el resto del
mundo es real”. Un truco similar es el que llevan a cabo Vladimir Putin, Ali
Khamenei y Bashar al-Asad: Alepo es la excepción, y el resto del mundo disfruta
de la paz y la seguridad gracias a los esfuerzos que hacemos en Alepo, el lugar
imaginado, para que se quede así, alejado de vosotros, un lugar donde sus
terroristas no pueden haceros daño. Sentimos molestaros con las imágenes de
sangre y destrucción, y quizá hayamos bombardeado uno o dos hospitales, y
hayamos matado uno o diez niños, pero miradlo por el otro lado: estáis sentados
en vuestras casas viendo la televisión. Quizá sintáis pena o rabia, no pasa
nada. Aguantaremos vuestra irritación en vuestro propio interés, que conocemos
mejor que vosotros.
El Disneyland del mundo
contemporáneo, Alepo, debe convencernos de que muere como precio a pagar por nuestro
bienestar. Si Disneyland es el lugar al que van nuestros sueños - que vemos sabiendo que no son más que sueños-, y del que saldremos tras una visita
previamente pagada al “mundo real”, lleno de detalles de la monótona vida
cotidiana, lo mismo sucederá con Alepo. Esta matanza terminará pronto y
volveremos a nuestra seguridad que le debemos a quien se adelantó a la
expansión del terrorismo y lo combatió en su lejano origen antes de que llegara
a nuestras casas y amenazara a nuestros hijos.
Sin embargo, esta idea
que quieren implantar los profesionales y principiantes de la mentira ignora que
la realidad tiene múltiples entradas al margen de su muerte, que anunció
Baudrillard, y que la realidad sigue siendo capaz de levantarse y dar un
bofetón a quien ha anunciado su muerte, del mismo modo que la historia ha
vuelto y ha humillado a quien anunció su final. También ignoran que el
terrorismo no es solo lo que vemos en París, Niza, Bruselas y Raqqa, o las
víctimas del sur de Beirut, sino que también lo son los asesinatos de los
civiles de Al-Gouta con gases venenosos, la destrucción de Homs y Alepo, los
cadáveres que fotografió César [1], y el asesinato de los detenidos bajo tortura.
Quien considere que la
destrucción de Alepo le va a salvar de un destino similar, que espere, dada
la interconexión del mundo y la interrelación de la realidad, la llegada de
nuevas formas de destrucción al umbral de su casa. Puede que los aviones Sukhoi
y los barriles de dinamita no intervengan en las próximas batallas, pero sus
mensajes nos llegarán sin lugar a dudas en los intentos de monopolizar la
verdad, ahogar las diferentes voces y dominar impudentemente la verdad a la hora de decidir el destino y el futuro, tal y como vemos en Líbano, con el pretexto
de la autoridad que Dios les ha concedido.
[1] Más información, aquí.
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